La poesía es el continente natural de cualquier trovador. La música, quizás, su país de adopción. Pero sólo a unos pocos les fue reservada la ventura de que sus canciones trasciendan fronteras para convertirse en emblemas, en himnos populares, en pactos de sangre. En un ejercicio autobiográfico sin precedentes, Víctor Heredia recorre, con serena lucidez, los grandes tópicos de su existencia. Niñez, familia, viajes, amigos y amores circulan por estos poemas con el don y la gracia de un arte que supo alzarse sobre el silencio para celebrar, con voz inconfundible, todo cuanto de celebración y gozo tiene la existencia.